Andrew O'Hagan: “Europa se enfrenta a un adolescente malcriado con Reino Unido”

Andrew O'Hagan (Glasgow, 1968) dice tener un tutor, Charles Dickens. “Solo él es capaz de hacer un gran retrato social, de estratos sociales que no necesariamente eran el suyo, y salir victorioso”. Tomando al escritor británico como modelo, O’Hagan ha escrito Caledonian Road (Libros del Asteroide / Més Llibres), centrada en un Londres que empieza a conocer las consecuencias de separarse de la Unión Europea.
La crítica dice que usted ha escrito la gran novela post Brexit.
La crítica dice muchas cosas. Siempre me ha gustado el concepto de gran novela americana. Solo Estados Unidos sería capaz de crear algo así. Bueno, ni siquiera ellos, pues luego acaban coexistiendo decenas de grandes novelas americanas. Que la crítica haya visto que yo pueda encajar en algo así pero en Reino Unido, me halaga.
¿Le genera presión?
Siempre hay presión cuando las cosas van bien, pero no hay que perder la cabeza ni el foco. Hay que seguir trabajando duro. Para Caledonian Road estuve diez años. No es fácil urdir una novela de sociedad que además entretenga y tenga, o al menos aspire a tener, su profundidad.
Diez años… y es más actual que nunca.
Eso es porque he reescrito todo este tiempo. Cada vez que pasaba algo nuevo, tenía que volver con las manos en la masa. Quería gritar al mundo que, por favor, dejaran de pasar cosas interesantes. Ni en mi momento de más inspiración hubiera imaginado todo esto. El Brexit, Trump, el Me Too, los oligarcas rusos… A estos últimos, Reino Unido les abrió las puertas durante mucho tiempo porque tenían buenas relaciones con los primeros ministros de cada momento, y, entre todos, acabaron normalizando la corrupción.
¿A caso no había corrupción antes?
Por supuesto, pero mi generación ya tenía herramientas para denunciarla y prefirió mirar a un lado. Pensábamos que éramos buenos liberales, pero no es así. Tampoco dijimos nada cuando en las producciones de Hollywood no había apenas negros o cuando una mujer cobra menos que su compañera. La generación de mi hija, no tolerará eso, y así lo reflejo en mi novela. Por eso, pese a todo, este es un libro optimista.
El protagonista es Campbell Flynn, un profesor universitario que ha dejado atrás sus orígenes humildes y se ha convertido en un prestigioso intelectual.
Debo decir que se parece un poco a mí. Tenemos muchas cosas en común, como su carrera o que le gustan los trajes. Eso sí, su problema fundamental no es el mío. Él siente que se está desmoronando y que ha perdido el contacto consigo mismo. Me interesaba hablar de un hombre blanco y liberal en crisis ya que apenas protagonizan novelas. Siempre tienen que liderar los relatos.
Las mujeres son el faro de esta novela.
Invierto los roles. Las mujeres nunca más deberían ser satélites. La hermana y la esposa de Campbell tienen una inteligencia brillante, su hija también es una persona bellísima. Incluso los personajes más oscuros tienen su individualidad. Los hombres, por su parte, optan por mostrar su debilidad, y eso está bien.
Campbell Flynn publica un libro de autoayuda: Por qué los hombres blancos lloran en el coche.
Pude probar la eficiencia de ese titulo con un editor durante una cena en Nueva York. Le dije que yo podría escribir un libro de autoayuda y me contestó que eso era más difícil de lo que parecía y que mucha gente se veía capaz pero que luego fracasaba en el intento. Me preguntó cómo lo titularía y se levantó de la mesa. Me dijo: ‘Oh, Dios mío, es buenísimo. ¿Tendría subtítulo?’ Y le respondí que sí: la crisis de la identidad masculina en el siglo XXI. Me animó a sacarlo adelante, pero yo ya estaba ocupado en otras cosas.
Una de las cosas que reconoce Campbell es que le aterra volver a ser pobre. ¿Es un miedo común en el Reino Unido de hoy?
Desde la llegada del Brexit sí, pero entre las altas esferas. Luego hay quienes no creen que sea posible bajar en la escala social, pero con este voto no han hecho más que convertirse en provincianos. Es el daño autoinfligido más grave que nos podíamos haber hecho. Hay un resacón emocional tremendo. Hay mucha gente q se empieza a cuestionar si esto está ayudando al país. El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, intenta dar marcha atrás en muchos pasos de sus predecesores. Es como si Europa se hubiera enfrentado con un adolescente malcriado que ahora ha crecido un poquito y se ha dado cuenta de que tiene que espabilar.
¿Y cómo sigue la historia? ¿Logra espabilar?
Le está costando demasiado. Cuando llegué a Londres con 21 años, había un encaje entre la imagen que uno se hacía de Londres y la realidad. Era la ciudad dorada, la tierra de las oportunidades, donde iba a poder trabajar como escritor y periodista. Ahora, en cambio, mi hija no tiene asegurado que vaya a poder hacer lo que desea, por lo que mucha gente de su edad se lo piensa dos veces antes de vivir allí. A Londres la gente ya solo va si ya es rica o si creen que pueden estar al servicio de los ricos. Exagero un poco, es evidente, pero. si no ponemos remedio, en muy poco tiempo solo existirán esos dos extremos. Los jóvenes ya no pueden pagarse un piso.
El problema de la vivienda está acabando con las ciudades.
En Barcelona está ocurriendo lo mismo. Me preocupan nuestras ciudades y la pérdida de su personalidad. Antes escuchabas acentos de todos lados y veías distintas clases, oficios y habilidades. Ahora solo hay gente rica que trabaja en el negocio financiero o el del entretenimiento. ¿Y el ruido? El sonido de maletas paseando por los adoquines. Los verdaderos vecinos se están mudando a las afueras. Son expulsados. Me apena el futuro de nuestras ciudades. Nunca deberíamos haber dado prioridad al turismo o a la gente narcisista que vive de Instagram y que cree que las calles de nuestros barrios son el nuevo escenario de su foto.
¿Es ese el principal desafío al que se enfrenta Londres, Barcelona y las demás ciudades?
Uno de los más importantes, desde luego. ¿Qué dejamos a nuestros jóvenes? El personaje de Milo, alumno de Campbell, se lo pregunta. Él adentra al protagonista en el mundo de la darknet y las criptomonedas. Ha buscado un plan B y no necesariamente es mejor.
Ya evidenció su interés por las criptomonedas en otras novelas, como The Satoshi affair
Pueden hacer daño, aunque es pronto para conocer las consecuencias totales. Pero recuerdo cuando se creía que Facebook iba a ser un gran potenciador de la amistad humana. Íbamos a ponernos todos en contacto y hoy en día, en cambio, es una herramienta de marketing y de control, diseñada para decirte qué quieres y cómo lo quieres. Con gente como Zuckerberg o Elon Musk al frente de ciertas compañías, este control asusta muchísimo. Tienes un fantasma en tu bolsillo. El teléfono te está controlando. Hemos perdido la privacidad y la personalidad. Creo que la inteligencia artificial va a ser el mayor desafío a la naturaleza humana.
lavanguardia